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FringeReview Worldwide 2023

La madre de Frankenstein

Almudena Grandes y Carme Portaceli

Genre: Adaptation, Drama, Historical, Theatre

Venue: Teatre Nacional de Catalunya

Festival:


Low Down

La madre de Frankenstein es una obra del libro homónimo de Almudena Grandes, adaptada por Anna Maria Ricart Codina y dirigida por Carme Portaceli para el Teatre Nacional de Catalunya (TNC) en Barcelona.

Review

A portrait of the Spain of yesterday, essential for today, remembering what wants to be forgotten and what can be easily replicated. The play has the monstrous task of adapting La madre de Frankenstein (Frankenstein’s Mother), the fifth and second to last book of  Episodios de una Guerra Interminable (Episodes of Endless War) from Almudena Grandes, resulting in a four hour piece with intermission. Without reading the book and with the description only, I expected a simple story about a failed mother remembering her life in an asylum and I encountered so much more. The play paints an accurate image of postwar Spain in the 50s, impregnated with devout catholicism and repression of freedom, science and sexuality. Through the stories of different characters the consequences of the Franquismo are shown. This medley happens in an asylum where Aurora is and where doctors, nurses, patients, family members, nuns, priests and politicians converge. Aurora is committed because she has a paranoid disorder that led her to murder her own daughter. In her own words: a piece of art that went wrong and that was hers to destroy. Just like the dictatorship is Spain’s prison, mental illness is Aurora’s. Her deterioration is a strong analogy for what happens in the country. The adaptation, the direction and the set design are spectacular, pushing the boundaries of expression and understanding of theatre, with an impressive level of diversity and complexity but without sacrificing clarity. The ensemble of nine actors is sublime, portraying multiple characters and showcasing an impressive emotional and physical range. La madre de Frankenstein is a play about memory, playing a fundamental part in remembering a dictatorship of 36 years. Just as important, the play also celebrates the bonds, care and love that endure in spite of the fear.

 

Un retrato de España que habla del ayer pero que es esencial para el hoy, que recuerda lo que quiere ser olvidado y lo que puede ser fácilmente replicado. La obra tiene la tarea titánica de adaptar La madre de Frankenstein, el quinto y penúltimo libro de los Episodios de una Guerra Interminable de Almudena Grandes, resultando en una pieza de cuatro horas con intermedio. Sin haber leído el libro y solo con la sinópsis esperaba una obra sobre una madre fallida recordando su vida en un manicomio y me encontré con muchísimo más. La madre de Frankenstein pinta una acertada imágen de la España de la posguerra en los años cincuenta, impregnada de devoto catolicismo y represión de la libertad, la ciencia y la sexualidad. A través de las historias de distintos personajes conocemos tanto lo que el Franquismo le hizo a los ciudadanos como al país. Este popurrí de historias sucede en el manicomio donde se encuentra doña Aurora y donde convergen doctores, enfermeras, pacientes, familiares, monjas, curas y políticos. Aurora se encuentra internada porque sufre de un trastorno paranoico que la llevó a asesinar a su única hija. En palabras de la protagonista: una obra de arte que le salió mal y era suya para destruir. Así como la dictadura es la cárcel de España, la enfermedad mental es la cárcel de Aurora. Ella y su deterioro son una fuerte analogía para lo que sucedía en el país.

La puesta en escena, la dramaturgia y la dirección son espectaculares, con nueve actores interpretando todos los personajes. Anna Maria Ricart Codina crea una adaptación fiel al libro y a la vez una obra de teatro nueva y dinámica. Con una duración de cuatro horas con intermedio, tal vez la cantidad de historias y personajes se podrían haber reducido, pero se hubiese corrido el riesgo de perder la esencia de la obra original. El libro es trasladado al escenario por medio de monólogos internos y diálogos. Sin embargo, estos son expuestos de originales maneras que le otorgan dinamismo a la obra y previenen que se convierta en un audio libro. Los monólogos internos son presentados con los otros ocho actores haciendo trabajo de fondo, realizando acciones que le dan profundidad a los monólogos. Los diálogos a veces son convencionales y otras veces un personaje contesta a un diálogo con un monólogo interno. Personajes extravagantes aparecen repentinamente, y por más corta que sea su aparición encajan perfectamente en la obra. Números musicales se desvelan en la segunda parte, prendiendo el escenario y modernizando la pieza. Tanto la directora Carme Portaceli como la dramaturga Anna Maria Ricart Codina expanden las posibilidades de expresión y comprensión del teatro. El nivel de diversidad y complejidad es impresionante, y a la vez clarísimo en lo que quiere representar. Al ver la obra hay que dejarse llevar y confiar en estas mentes brillantes. 

La mejor manera en la que podría describir la estética de la obra es un minimalismo electrónico. El escenario está rodeado por sus tres lados posteriores por una cortina interminable de cadenas plateadas. Estas sirven para marcar las entradas y salidas de los personajes, como cortinas de un escenario, y también para proyectar imágenes y luces que dibujan la atmósfera de la escena. Además, estás cadenas dejan entrever lo que sucede inmediatamente detrás de escena, otorgando una sensación de cárcel al escenario. La estética del vestuario, los muebles y el atrezzo frío de manicomio de los años cincuenta contrasta con la modernidad del resto de la puesta en escena. 

El elenco tiene una labor loable, con seis de los nueve actores interpretando múltiples personajes, desarrollando monólogos, diálogos, canciones, coreografía y trabajo de fondo. Sus transformaciones eran tales que perdí la noción de cuál actor interpretaba cuáles personajes. Blanca Portillo es icónica como Aurora, trayendo a la vida a un personaje que es tan severo como hipnotizante, sin dejar de despertar tristeza y compasión en el público por su enfermedad mental. El progreso de Aurora con los años se siente, se ve y se escucha, con grandes cambios físicos y de voz en la construcción del personaje, además de una personalidad que se va endureciendo. Pablo Derqui interpreta a Germán, el doctor que llega a trabajar al manicomio desde Suiza, nuestro narrador y punto de vista. Él desarrolla la tarea tan difícil de expresar las partes de la obra que más se parecen a un libro con carisma e intensidad, interpretando a un español que resiste y aboga por la ciencia y la libertad en un país que lo quiere excluir. Él tiene una de las líneas más potentes dirigida a la iglesia: “España es mi país, padre Armenteros, por mucho que le joda”. Macarena Sanz es una Maria maravillosa, interpretando a un personaje que es tan dulce como rebelde, cuyas desdichas la endurecen pero nunca dejan que pierda su curiosidad y libertad. Tuve la suerte de escuchar al elenco y a las creadoras en un coloquio después de la obra, donde acertadamente describen a Aurora como la España antigua y a Maria como la nueva, que no olvida pero persiste. En esta línea Macarena desborda esperanza y le otorga a la obra fundamental complicidad y alegría. 

La madre de Frankenstein es una obra sobre la memoria, con un papel esencial de recordar 36 años de dictadura y concientizar sobre la represión, el machismo y la homofobia que sucedió. Al ser una latina en España, aprecié enormemente lo que esta obra me ha enseñado, sobre una época cuya información debería ser más accesible y menos controversial. Para los españoles aprender sobre su historia y memoria es aún más imprescindible. Además de recordar lo terrible, la obra también celebra los vínculos, el cuidado y el amor que persisten a pesar del miedo, demostrando que, en palabras de Carme Portaceli, no se puede poner puertas al campo.

 

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