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FringeReview Worldwide 2023

El lector por horas

Carles Alfaro

Genre: Drama, European Theatre, International

Venue: Sala Beckett

Festival:


Low Down

Carles Alfaro dirige El lector por horas, escrita por José Sanchis Sinisterra en 1996 y producida en conjunto por El Teatro de La Abadía de Madrid, el Institut Valencià de Cultura y la Sala Beckett.

Review

Undoubtedly the stories we consume influence our lives and way of thinking. But what if these stories weren’t consumed directly and there was a reader? What meaning can this narrator attribute to the story? How many different ways can a story be interpreted? El lector por horas (Reader by the Hour) treats these themes with impressive skill and abundant poetry.  Successful businessman Celso hires Ismael, a reader by the hour, to read to Lorena, his blind daughter. Ismael’s task is to read with total neutrality so Lorena can get her own conclusions from the books and not be influenced by what his readings infer. Through the chosen books, the clearly established relationships evolve and the power dynamics change, taking the characters to their limit. Several questions are left unanswered, with plenty room for the audience’s interpretations of what happened. The writer José Sanchis Sinisterra requires an inquisitive and cultured audience, ready to pay close attention, fill in the blanks and go beyond. Although this is ambitious, the strong focus on the classical books read and the carefully placed gaps in the story make the play complicated to interpret and perhaps inaccessible to many.

The readings of the five classic books chosen for Ismael to read to Lorena compose a significant part of the script, though challenging to watch, it gives us ample time to interpret the texts and narrations, watching the characters change through them. The play, among many other themes, delves into the power of stories and their ability to heal or destroy us. The actors do a commendable job of portraying the evolution of the characters, especially Pere Ponce with the taxing role of Ismael. Carles Alfaro’s directing, light design and set design in collaboration with Luis Crespo is flawless. 

 

Indudablemente las historias que consumimos influencian nuestras vidas y formas de pensar. Sin embargo, si estas historias no son consumidas directamente y hay un lector, un narrador externo a la obra, ¿qué significado le puede atribuir este agente a los textos?, ¿de cuántas formas distintas puede ser interpretada una obra? El lector por horas (1996) trata estos temas con impresionante habilidad y abundante poesía. Celso, un exitoso empresario, contrata a Ismael, un lector por horas, para que le lea a Lorena, su hija ciega. La tarea de Ismael es leer con total neutralidad para que Lorena saque sus propias conclusiones de los textos sin verse influenciada por él. A través de los libros escogidos las relaciones claramente establecidas van evolucionando y las dinámicas de poder cambian, llevando a los personajes al límite. Muchas de las preguntas planteadas quedan sin responder, con gran cabida a la interpretación de la audiencia. 

El lector por horas es escrita por José Sanchis Sinisterra de manera loable. Los libros escogidos para que Lorena y el público escuchen son El gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, Madame Bovary de Gustave Flaubert, Relato soñado de Arthur Schnitzler, Pedro Páramo de Juan Rulfo y uno final, clave en la historia, el cual no mencionaré. Una gran parte de la obra consiste en escuchar a Ismael leer, invitándonos a analizar los textos y a pensar lo que Ismael y Lorena están interpretando. Esto puede volverse tedioso a lo largo de las dos horas de la obra, pero nuestra atención será recompensada con el desarrollo de los personajes.

La obra, entre muchos otros temas, trata sobre el poder de las historias y su habilidad para sanarnos o destruirnos. Por más intento de neutralidad de Ismael, la lectura influencia la vida de Lorena y la ayuda a recuperar su independencia, a liberarse poco a poco del palacio acomodado donde su padre la tiene prisionera. Una de las primeras afirmaciones que oímos a Celso decir es que los hijos son los mensajeros de la muerte, vuelven a los padres prescindibles, ya que estos han logrado su fin al reproducirse. Instantáneamente el personaje nos cuenta que la enfermedad de Lorena le ha devuelto su propósito, es necesitado nuevamente. Ismael, a través de su lectura, deja entrever más y más quien és, lo cual inevitablemente afectará como Lorena interpreta la lectura y cómo él lee.

Honrando a Pinter, Sanchis juega con la jerarquía de poder entre sus personajes, estirando y pervirtiendo esta durante la obra. Como en todo buen teatro, vemos a los tres personajes emprender un viaje de transformación, lo cual requiere tremenda destreza por parte de los actores. Pep Cruz nos trae un Celso soberbio, controlador y magnánimo. Mar Ulldemolins interpreta de manera sublime los altos y bajos de Lorena, con una evolución paulatina del personaje, que igualmente no deja de sorprender. Pere Ponce tiene el trabajo más difícil, el de un lector que debe contenerse pero no puede. Su lectura es fascinante y logra que la obra no pierda momentum en estas partes, que fácilmente podrían haberse convertido en audiolibro. Además logra crear un personaje igualmente neutro y encantador, de un misterio intoxicante, del cual no puedes evitar querer saber más, sin importar las consecuencias. La dirección de Carles Alfaro es impecable, las relaciones entre los tres personajes están muy bien construidas y la meticulosa dirección de actores es palpable. El montaje encaja perfectamente con la historia, haciéndonos sentir como espías en esta sala acomodada donde todo sucede.

La escenografía de Carles Alfaro y Luis Crespo y el diseño de iluminación también de Carles Alfaro también son encomiables. Nos encontramos con un suelo negro reflectante, donde podemos ver a los personajes y sus movimientos. En sus bordes esta superficie llana se convierte en escombros, encarcelando a los personajes en el escenario. Este concepto de lo liso y lo áspero se ve reflejado en toda la escenografía, la cual es consistentemente de color negro, otorgando penumbra a la escena. La mesa de la sala es de un mineral piramidal montañoso por debajo y completamente plana e inmaculada por encima. Los sillones de cuero son lisos por los lados y presentan un respaldo con abultado capitoné. La escena se ve rematada con un gran piano negro de cola. Esta dicotomía de cualidades pone en evidencia los lados contradictorios de los personajes y nos invita a escoger cuál es el más prominente en cada uno. La iluminación marca precisamente la atmósfera de cada escena, caracterizada principalmente por una luz blanca y fuerte cuando Celso está en escena y una luz suave, de tarde, que entra recortada a través de las persianas cuando Ismael le lee a Lorena. También resalto la luz azul usada mientras entra el público, ya que parecía que el suelo estaba simplemente rajado y solo cuando comienza la obra era posible darse cuenta de la tercera dimensión de estas piezas rotas una sobre la otra. 

La obra no es para una audiencia plácida, el autor requiere un espectador entrenado, curioso y dispuesto a llenar los vacíos. Mientras más tiempo pasa más preguntas se hacen al aire sin recibir respuesta, más diálogos se ven interrumpidos y menos claridad sobre lo que está pasando es establecida. Personalmente, cuando consumo cualquier tipo de historia me gusta saber que la entendí, tal vez en un intento de volver objetivo un arte subjetivo, el cual inevitablemente se transforma en su viaje entre el autor y el receptor. Salí de la obra queriendo saber más, teniendo que investigar sobre los libros leídos y la obra en sí. Aplaudo las obras que generan estas ganas de saber más y de conectar con sus referencias. Asimismo, y como es mencionado en la obra, pedir la interpretación de la audiencia para llenar los vacíos, permitiendo infinitas hipótesis válidas, vuelve a la obra un espejo donde cada espectador se ve reflejado de distintas maneras. Mi investigación se vio impulsada por curiosidad pero también por ganas de confirmar mi interpretación, y sentí que era simultáneamente un éxito y un fracaso cuando me di cuenta que nadie vio lo que yo vi. 

Por un lado, requerir un público erudito, intelectual e inquisitivo es ambicioso. ¿Por qué no confiar en la capacidad intelectual de los espectadores y en la cultura que consumen? Por otro lado me pregunto qué tan aislante y elitista esto mismo puede ser, crear una obra que pocas personas podrán entender en una primera inspección y tal vez otro pequeño grupo tras un poco de investigación. Tal vez el no conocer las referencias establecidas simplemente da pie a variadas interpretaciones de la obra, una mayor cantidad de reflejos para la audiencia, o probablemente un público confundido que no quiera interpretar mucho. El teatro es constantemente acusado de ser orientado a las élites. ¿No sería más meritorio tratar de hacer la alta cultura más accesible para todos? Finalmente, ¿para quién y para cuántos debe ser la cultura?

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