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FringeReview Worldwide 2023

Vitalicios

José Sanchis Sinisterra

Genre: Comedy, Drama, European Theatre, Satire

Venue: Sala Beckett

Festival:


Low Down

José Sanchis Sinisterra escribe y codirige Vitalicios junto con Eva Redondo en la Sala Beckett, como parte del Otoño Sanchis en Barcelona.

Review

Who decides what is considered culture? Who decides which artists are deserving to make a living from art? José Sanchis Sinisterra explores a dystopian reality, with eerie similarities to our own, where three civil servants have this task. With the help of a machine, they have to decide which artists with an irrevocable lifetime state given salary will die, to save the state an important and “necessary” amount. These heroes of austerity start to crumble, doubting their actions and remembering the time when they wished to be artists. The villain of the play appears slowly, showing how in a society that values productivity over anything nobody is safe. Vitalicios is a play that protests the monetisation and eradication of culture, as well as the constant reduction of the welfare state. Sanchis masterfully joins a mind numbing kafkaesque reality and topics that plague our world with palpable activism. It is an ambitious and powerful story, performed skillfully by the three leads and aided by precise production design. Vitalicios tries to do what the best art does, incite change. 

 

¿Quién decide lo que es considerado cultura? ¿Quién decide qué artistas son merecedores de vivir del arte? Y si lo son, ¿cuándo se acaba? En una realidad que trata de ser distópica pero cuyas similitudes asustan, José Sanchis Sinisterra explora un trío de funcionarios sobre los cuales recae esta responsabilidad. Confiando en el juicio de una máquina que da el sí, no o incógnita, los funcionarios deciden qué artistas con un sueldo vitalicio morirán, ahorrándole al estado una importante y “necesaria” cantidad. Estos supuestos próceres de la austeridad se comienzan a corroer delante de nuestros ojos, dudosos de sus acciones y recordando los momentos en los que ellos quisieron ser artistas.  El villano de la obra se comienza a perfilar poco a poco, demostrando que en la sociedad de la productividad nadie está a salvo. Vitalicios es una obra retadora que le levanta el espejo al estado y reclama la mercantilización y erradicación de la cultura, así como la constante reducción del estado de bienestar.

La historia congrega hábilmente a los jueces del futuro de la cultura que moldea al mundo con un estilo kafkiano de adormecedora burocracia. Este estado burocrático impune destruye y se enfoca más en cómo vender la narrativa de sus acciones que en estas mismas, resaltando que los asesinatos no son “recortes”, sino “ajustes”. La cualidad sin cara de quien da las órdenes, las cuales son mayormente reducidas a máquinas como un montaplatos, nos recuerdan que muchas veces no sabemos quién es el responsable y estamos simplemente atrapados en una cadena sin fin de gente recibiendo mandatos. El verdugo ya no sabe por qué mata. La obra hace referencia simbólica y nombrada a El montaplatos de Harold Pinter, resaltando la desesperanza de seguir órdenes sin cuestionar, llegando a ser hasta un peligro para uno mismo. También se hace referencia a Marx, dándole la vuelta a su famosa frase introductoria en el manifiesto, volviendo al mercado libre el fantasma que recorre Europa, en vez del comunismo. Sanchis logra una historia poderosa, inteligente, entretenida y sobre todo trascendental. El activismo político del autor brota de cada escena, argumentando elocuentemente sus perspectivas, incitando un cambio y honrando a sus referentes.

Solamente hubiese querido que se apoyara menos en los mensajes escritos leídos en voz alta por los actores, dejando que los personajes descubran la realidad de manera más orgánica y confiando en la habilidad del público de descifrarlo también. Asimismo, la obra coquetea con algunos elementos fantásticos, los cuales también hubiese querido ver magnificados al final, exagerando la sátira para resaltar lo ridículo de quien tiene poder cuando se trata de la cultura. El recurso fantástico sí es explorado y explotado en ¡Ay, Carmela! por ejemplo, otra obra altamente política de Sanchis. Vitalicios dura tan solo una hora y diez minutos, quedándose corta y con tiempo de sobra para un final más grandioso.

Carlota, interpretada por Magdalena Broto, lidera al trío con un estoicismo y una vehemencia singulares. Basilio es representado por Santiago Nogués con una picardía que añade ligereza y comedia a la obra. Adrianita, como su nombre lo denota, es la más inocente. Interpretada estupendamente por Marta de Frutos, el personaje es el blanco de las bromas, pero también es la responsable de las partes más graciosas y la que más otorga necesaria vulnerabilidad a la obra. Al presentarnos con tres funcionarios que son artistas frustrados se resalta lo difícil que es tener éxito en ámbitos culturales, solo los mejores, o más bien dicho los que tienen las mejores conexiones logran estos cargos. Vivir del arte se ha vuelto casi imposible para muchos. 

El diseño de la producción está minuciosamente pensado y cumple su fin de maravilla. Los colores de la escenografía, el atrezzo y el vestuario son los héroes burocráticos, el gris y el blanco, con una atrevida adicción, el disonante naranja, un color que denota la positividad requerida de los funcionarios, pero también inminente peligro. El naranja empuja a este mundo hacia lo distópico y kafkiano. El diseño de luces se utiliza exitosamente para resaltar momentos claves y elementos importantes, como el montaplatos y la puerta de salida. El videoarte también hace una breve aparición, otorgándole inquietud y pesadumbre a la obra. 

Vitalicios es una obra ambiciosa de importancia atemporal. Exquisitamente realizada, esta defiende la cultura, la cual es interminablemente atacada, en esta instancia por el estado, pero actualmente me recuerda a la controversia de la inteligencia artificial y su poder de anular trabajos culturales. La cultura no es prescindible, esta no es sólo expresión y entretenimiento, es sociedad, y uno de los pocos reales agentes de cambio. Con Vitalicios, Sanchis trata de lograr lo que el mejor arte logra, incitar el cambio. La obra combina admirablemente una poderosa historia, interpretaciones maravillosas y un diseño de la producción que la complementa a la perfección. Esta se merece más de setenta minutos y una temporada más larga que tan solo tres días. En su corto tiempo, espero que el clamor de Vitalicios se oiga.

 

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